La actriz y cantante Jennifer López asiste a la entrega de los premios Billboard de Música Latina en Miami, el 27 de abril. |
Jennifer López lo ha vuelto a hacer: eclipsó a cualquier otra estrella en la alfombra roja de los Billboards Latinos, deslumbrando con un fenomenal traje del diseñador galés Julian Mac Donald, que hacía realidad la fábula del emperador desnudo. Estaba vestida pero en realidad iba desnuda, estratégicos cortes y escotes en las curvas más prominentes de su anatomía, la enseñaban, exhibían como si fuera, con permiso de Ava Gardner, el animal más bello del mundo. Rodeada de personas, centro de todas las miradas, nunca antes una persona desnuda tuvo más seguridad, autonomía y paso firme que JLO en los recientes Billboards.
Me parece genial que la actriz y cantante no solo muestre sus portentosos genes latinos, minutos antes de cantar el primer single de su nuevo álbum enteramente en español y producido por su ex marido, Marc Anthony (presente en los premios pero a varias sillas de separación de su casi desnuda ex esposa), sino que también continúe en su línea de dar mayor fuerza a la feminidad exhibiendo un cuerpo fuerte, musculado, repleto de seguridad y belleza a sus 47 años. En una sociedad donde el machismo vuelve invisibles a las mujeres a esa edad, JLO juega con la carne, la tela y la desnudez para demostrar que la clave de la felicidad es estar bien consigo misma.
JLO es “la más”, como una vez la calificara otra figura de la música latina, Paulina Rubio. Sí, lo es. Despliega, moviliza, empatiza, actúa, baila y lidera. No hay nadie como ella y pasará mucho tiempo en volver a inventarla. Pero su vestida desnudez de los Billboard me hizo pensar también en ese protestante nudista que marchó hace unas semanas en Caracas contra los tanques represores del régimen de Nicolás Maduro. En ese caso, la desnudez era real, tan solo una mochila muy trajinada cubría el famélico coxis del individuo. La imagen le dio la vuelta al mundo por su carga insólita, penosa, humillante y humillada, el reflejo de un país deteriorado, hundido, obligado a desnudarse para que el resto del mundo mire por lo que está pasando. El sufrimiento que padece. Los dos “desnudos” no se parecen, uno celebra la vida y el éxito, el otro nos habla de conflicto y de dolor pero en ambos coexiste una fórmula secreta: llamar la atención es el principio de casi todos los grandes cambios.
Abril ha sido el mes de las manifestaciones en Venezuela. Es mi país pero también el desastre político y financiero del que huí hace 25 años, harto de verlo gobernado por falsos emperadores desnudos a los cuales nadie les decía que lo estaban. Se llamaron Carlos Andrés Pérez, Jaime Lusinchi, Rafael Caldera y Hugo Chávez. Todos fueron cómplices en enriquecerse y desnudar al país hasta dejarlo casi sin nada. Casi, no consiguieron erradicar de sus ciudadanos el coraje y la valentía que demuestran todos los días, desnudando al todopoderoso régimen y a la revolución bolivariana.
Los premios Billboards Latinos son uno de los platos fuertes de la cadena Telemundo. Y cada año mejoran en contenido, dinámica y organización. Este año la alfombra roja era una magnífica fiesta, elegante, fluida, divertida y muy bien atendida por personalidades como Jorge Bernal, Rashel Díaz y Quique Usales, vestido con un tuxedo retro que me recordó a uno que también he vestido en el Miami Fashion Week. Estos detalles se comentan y celebran en fiestas extraordinarias e inolvidables como la alfombra roja de los Billboards. Aparte de JLO, otras figuras consiguieron hacernos disfrutar con su talento, como el exitosísimo Luis Fonsi con su “Despacito” que consiguió, como era de esperarse, levantar a bailar y seguir la canción y su demoníaco estribillo casi como si fuéramos autómatas. Quizás esa sea la metáfora de este 2017: el año en que todos nos volvimos reyes desnudos, avanzando despacio pero enfilados hacia una nueva era.
Comentarios
Publicar un comentario